Un relato de Turguéniev
Archivado en: Cuaderno de lecturas, sobre "Primer amor", de Iván S. Turguéniev.
Hace unos días, con motivo del asiento dedicado a Perorata del apestado, apuntaba en esta misma bitácora que el amor puede llegar a ser tan miserable como cualquier otra actividad humana. Abundando en esa misma idea, estimo ahora que constatar dicha miseria causa una especial desolación. Porque, así como de la política -la actividad más despreciable que puede ejercer el ser humano sea cual sea el lado del espectro que elija-, los más escépticos no esperamos más que vilezas y mezquindades, al amor -el sentimiento más elevado-, incluso los nihilistas, tendemos a pedirle cierta altura.
Dos son los relatos que más me han impresionado a este respecto. Del primero, Un extraño suceso en la vida de Schalken el pintor, del gran Sherindan Le Fanu, ya he tenido oportunidad de escribir en varias ocasiones. Del segundo, Primer amor de Iván S. Turguéniev -acaso mi favorito de la novela decimonónica rusa-, vengo a dar cuenta ahora.
Impelido por sus amigos a narrar la historia de su descubrimiento de ese sentimiento que se cree más poderoso que la vida aunque puede venirse abajo por una palabra mal dada, Vladímir Petróvich nos remite al verano de 1833. Contaba en aquel tiempo dieciséis años y pasaba las vacaciones junto a sus padres en una dacha alquilada por su familia para los meses estivales.
En la vivienda de al lado veranea Zinaida Alexándrovna, una bella joven que juega y coquetea con varios admiradores a la vez. Nuestro protagonista, prendado por la muchacha, no tardará en unirse al grupo.
Sin embargo, como el propio Vladímir Petróvich descubrirá para su asombro -que no tanto para el lector puesto que lo ve venir- el verdadero amante de Zinaida es el padre de Vladímir. Sabida la aventura por parte de su mujer, la familia de nuestro hombre regresa precipitadamente a Moscú.
Ya en la capital, Vladímir Petróvich, paseando a caballo con su progenitor, descubre que éste vuelve a encontrarse con Zinaida y, para su asombro, la golpea. Meses después, apenas ha iniciado el narrador sus estudios universitarios en San Petersburgo, su padre fallece.
Ya licenciado, Vladímir Petróvich se encuentra con uno de sus antiguos compañeros en la admiración por Zinaida. Este le comenta la mujer se ha casado y le da la dirección del hotel en que se hospeda sugiriéndole que vaya a verla. Cuando finalmente se decide a visitar a la que tanto le inspiró antaño, tiene noticia de que Zinaida ha muerto cuatro días antes al dar a luz.
Si bien la primera parte de esta novela breve, es decir: todas las páginas anteriores al descubrimiento de la identidad del amante de la joven, no tiene la hermosura de la final, aquella que se refiere al destino de sus protagonistas, Primer amor, de la que di cuenta en 1999, sigue siendo uno de los grandes placeres que me ha proporcionado mi experiencia de lector.
Publicado el 23 de abril de 2012 a las 05:15.